Publicada en El Economista el 21 de octubre de 2021
El regreso de Meng Wanzhou, CFO de Huawei, fue un paso clave para Beijing y su propaganda
La liberación de Meng Wanzhou, CFO de Huawei e hija de Ren Zhengfei, fundador de la empresa, se convirtió en un tema de máxima importancia para el pueblo chino. Recordemos que Meng estuvo casi tres años detenida en Canadá, a petición de la Justicia de Estados Unidos, bajo la acusación de ocultar información empresarial.
Dada la importancia de Meng y Huawei, una de las principales empresas tecnológicas del mundo, su detención fue como una herida al orgullo nacional chino. Su liberación logró algo inédito: millones y millones de chinos estuvieron siguiendo a través de la televisión y las redes sociales todo el espectáculo de su llegada a China, desde que abordó el avión en Canadá hasta su aterrizaje.
La detención de Meng Wanzhou debe ser entendida como uno de los puntos más altos de la escalada en la guerra geopolítica y tecnológica entre China y Estados Unidos, que en realidad había comenzado varios años antes. El primer paso de esta escalada fue a principios de 2018, cuando el expresidente Donald Trump revocó los permisos de varias empresas tecnológicas norteamericanas -incluyendo Intel- para vender chips y otros componentes a Huawei.
Eso inició una serie de medidas contra las empresas chinas de alta tecnología, que transformaron la naturaleza de la guerra: lo que antes de Trump eran conflictos entre un estado (Estados Unidos) y algunas empresas, pasó a ser un conflicto entre los dos estados.
En marzo pasado, tras la asunción de Joe Biden, hubo una primera reunión de los cancilleres de China y Estados Unidos en Alaska. Pero fue un encuentro tenso.
Desde el punto de vista chino, el problema principal fue que la posición de la comitiva norteamericana, al presentar un listado de críticas y cuestionamientos a Beijing, no le reconoció a China el estatus de potencia económica que ostenta actualmente.
El canciller chino expresó su disconformidad por el destrato a través de un discurso de 16 minutos de duración, algo fuera de lo común en la diplomacia china, que siempre busca la armonía entre las partes. La sensación de humillación que dejó la cumbre hizo que algunos dirigentes chinos la comparasen con la invasión de 1901, cuando la llamada “alianza de ocho naciones” sometió militar y económicamente a China.
En la cumbre posterior, del mes de julio en la ciudad de Tianjin, la actitud diplomática de China fue distinta. Su comitiva también fue a la reunión con su lista de pedidos y condiciones. Pidió a Estados Unidos que no desafíe el modelo socialista con características chinas, ni su proceso de desarrollo económico, ni su soberanía nacional, y que brinde un mejor tratamiento a los funcionarios, estudiantes y periodistas chinos en Occidente. Y, para empezar, la liberación de Meng.
En estas reuniones de 2021 quedaron claras dos cosas. La primera es que ambas potencias tienen dependencia tecnológica mutua: China necesita la alta tecnología de Estados Unidos y Estados Unidos, la industria básica china. La segunda, es que el enfrentamiento estratégico entre China y Estados Unidos llegó para quedarse. Desde la óptica china, esto fue confirmado por el cambio de Gobierno en Washington: tanto republicanos como demócratas, al igual que la élite económica norteamericana, todos ya consideran a China como su enemigo estratégico principal en el largo plazo. Aunque los pueblos norteamericano y chino no comparten ese sentimiento de enemistad.
La visión de Beijing es que China superará a Estados Unidos en todos los planos de la competencia, tanto a nivel económico como estratégico, pero construir esa superioridad demandará varias décadas. Por eso, para Beijing es fundamental modificar el tipo de relación que tiene con Washington.
En la diplomacia china se recuerdan todos los momentos en que la hegemonía estadounidense impuso sus condiciones, sin que hubiese mucha alternativa. Por eso, el regreso de Meng fue un paso clave para Beijing y su propaganda, porque los unificó detrás de una causa y el Gobierno de Xi Jinping pudo demostrar su capacidad y poder nacional, y renovar la confianza de los chinos en su propio modo de hacer las cosas en el plano internacional. Que es diferente al de Estados Unidos.
En esto último se juega algo muy importante para la estrategia china. Es cierto que el desarrollo, el comercio y el crecimiento económico sostenido son sus principales armas a nivel internacional. Y que también es importante para Beijing que muchos países puedan revisar su alianza cerrada e inflexible con Estados Unidos, y aceptar que China es un país que brinda oportunidades de alianza y solidaridad internacional.
Pero a la política exterior china le interesa mucho mostrar que hay modelos distintos para las relaciones internacionales. Beijing quiere demostrar que las amenazas, las ofensas y la falta de respeto no producen resultados, y cree haberlo logrado con la liberación de Meng.
En la cultura china, se dice que quien recibe una gota de agua debe devolver un mar: hacer valer este tipo de conceptos en la cultura de la negociación internacional es una prioridad de China en esta etapa de su desarrollo.