Publicada en Perfil el 27 de noviembre de 2021
En una columna anterior afirmamos que Argentina no está aprovechando en serio su asociación estratégica con China. El comercio bilateral de bienes es importante y ha crecido en los últimos años, aunque podría ser mucho mayor. Y no se ha explotado aún la economía de servicios. El mercado chino es muy amplio, y hay muchos negocios para realizar. Pero atraer a los chinos es un desafío que necesita planificación y preparación.
Un ejemplo son los servicios educativos. Hay muchos estudiantes chinos en universidades e institutos de todo el mundo. Solo en Estados Unidos, hay 400 mil por año, y en Australia 230 mil; cada uno de ellos gasta 50 mil dólares anuales en los países que los reciben. Pero hay muy pocos en Argentina. ¿Por qué? La educación argentina es de buena calidad, y es mucho más económica, y lo mismo aplica al costo de vida aquí. Podrían venir al año cientos de miles de estudiantes chinos de clase media o media alta, a estudiar carreras de todo tipo, que luego se convertirían en los mejores “embajadores” de Argentina en China y Asia.
La razón es que el sistema de educación argentino no está preparado para recibirlos. Al contrario, la Dirección de Migraciones ofrece pocos cupos y visas para estudiantes chinos, les cierra las puertas, porque aún siguen preocupados por controlar el crecimiento de los famosos “supermercados chinos” de hace unos años. Parecen no haberse enterado que China es mucho más que supermercados de barrio: es la segunda potencia económica mundial, va camino a convertirse en la primera en poco tiempo, y las oportunidades que ofrece son mucho mayores que los riesgos.
Otra economía de servicios no explotada es el turismo.
Antes de la pandemia, 155 millones de chinos viajaban por año al exterior para hacer turismo, gastando 133 mil millones de dólares en el extranjero. Y Argentina es un país con muy buena imagen en China. Se la ve como una tierra lejana y misteriosa, con una naturaleza limpia y sin contaminación -los chinos valoran mucho la calidad del aire y el agua-, comida buena y saludable, y energía positiva. Millones y millones de chinos tendrían interés en visitarla. Pero eso no se logra solo. Hay que organizarlo y trabajar para ello.
Un destino especialmente interesante es la Antártida. Argentina es uno de los países más cercanos al continente blanco, al que se accede en cruceros desde Ushuaia. En China hay un segmento conocido como los “turistas sofisticados”, millonarios de alto poder adquisitivo, que ya viajaron por todos los destinos tradicionales -Europa, Asia, África- pero no conocen la Antártida. Se calcula que son entre 5 y 10 millones de personas, que invierten mucho en sus vacaciones. Pero las agencias de turismo en China no tienen buenas rutas hacia la Antártida y ofrecen pocos paquetes, y muy caros, para visitarla: alrededor de 30.000 dólares por persona. Desde Argentina se podrían organizar rutas alternativas, de dos semanas de duración, que incluyan pasajes aéreos, cruceros, hoteles y comidas, por menos de la mitad de ese valor. Ese buen precio convencería a los turistas VIP chinos a contratar el servicio argentino en forma masiva.
Además, la ruta antártica argentina podría ser una gran oportunidad para promover otros destinos del país, que los chinos desconocen, como Mendoza, Iguazú, Calafate o el circuito del tango. Pero la promoción hay que hacerla. El primer desafío es el idioma. El gobierno argentino y las empresas turísticas del país deberían organizar un buen sistema de información de viajes en idioma chino, que oriente a los millones de turistas VIP sobre cómo visitar la Antártida, cuáles son los operadores y las opciones, etc.
Además, para recibir grandes contingentes de estos turistas, la Argentina necesita formar miles de guías turísticos que manejen el idioma chino. No necesariamente un dominio completo del lenguaje, sino un manejo básico aplicado al turismo. Las carreras universitarias y terciarias de turismo deberían enseñar a sus estudiantes el idioma chino básico en forma acelerada, a través de un programa conjunto de los ministerios de Turismo y Educación. También sería imprescindible que se capacite a las pequeñas empresas y prestadores de servicios de la cadena turística -transporte, hotelería, gastronomía- para adaptarse al turismo chino, conociendo sus características y perfil cultural. Los turista VIP son clientes exigentes, a los que les gusta viajar a lugares preparados para recibirlos. Sería buena idea que los operadores turísticos en Ushuaia contraten a algunos chefs chinos, para aprender sobre la cultura culinaria a la que estos turistas están acostumbrados.
Esto significaría, como dicen los argentinos, “matar dos pájaros de un solo tiro”. El gobierno argentino dice que su prioridad es dar trabajo, y la organización de rutas para turistas chinos de alto poder adquisitivo crearía empleos de alta calidad, bien remunerado, con trabajadores que desarrollarían competencias especiales y muy valoradas. Y al mismo tiempo, prepararía a la Argentina para potenciar toda la economía de servicios con China. Preparar recursos humanos para trabajar en el vínculo con los chinos puede facilitar su participación en otros proyectos de inversión. Por su condición de gran socio comercial, y su status en la economía global, China merece más atención en la estrategia productiva del gobierno argentino, ya que esto traerá más empleo y prosperidad para los ciudadanos argentinos.