Publicado en El Economista el 29 de septiembre de 2022
Entre octubre y marzo de 2023, cuando Xi inicie su tercer mandato, su actitud será estar atento de los cambios y no realizar grandes movimientos. Después de marzo, con Xi ya «sentado en el sillón de Rivadavia”, él o el Partido ya podrán empezar a dar pasos más interesantes.
Hay un cuento tradicional chino que aplica muy bien a la guerra entre Rusia y Ucrania de nuestros días. Cuenta la historia que a un granjero anciano un día se le escapó un caballo de su propiedad. Sus vecinos del pueblo se acercaron para consolarlo: “¡Qué desgracia, qué mala suerte!”. Pero el anciano les respondió: “Nunca se sabe”. Semanas después el animal volvió a la granja, acompañado de una docena de caballos salvajes. Los vecinos volvieron, pero esta vez para festejar con el anciano: “¡qué bendición, qué buena suerte!”. Y el anciano volvió a decirles: “Nunca se sabe”.
Al día siguiente, el hijo del anciano, que lo ayudaba en la granja, intentó domar a uno de los nuevos caballos, pero lo tumbaron y perdió una pierna. Nuevamente se acercaron los vecinos para consolarlo: “¡Qué desgracia, volvió la mala suerte!”. Y el anciano insistió: “Nunca se sabe”, dijo. Poco después se desató una gran guerra, el ejército vino al pueblo a reclutar a todos los hombres jóvenes, y se llevaron a todos, salvo al hijo del anciano, que evitó una muerte segura. Los vecinos -los pocos que quedaban- fueron con el anciano otra vez: “¡Qué desgracia con suerte, al final su hijo sobrevivió!”. Y el anciano, inmutable, repitió: “Nunca se sabe”.
La enseñanza del cuento es que nunca podemos saber las consecuencias de la suerte. Lo único que no cambia es que todo sigue cambiando. Y la guerra es eso: una profunda incertidumbre.
En esta oportunidad, Rusia tiene energía, alimentos y armas nucleares, pero le falta armamento de alta tecnología y precisión, que es el que hoy permite disparar contra un blanco exacto, sin afectar a los civiles ni a las construcciones. Además, antes de la guerra Rusia ya enfrentaba serios problemas económicos, y las sanciones que le aplicaron Estados Unidos y los países occidentales empobrecieron aún más su economía. Ucrania, en cambio, tiene el apoyo de Estados Unidos y de la OTAN, que le aportan la tecnología militar que juega un rol fundamental en este tipo de enfrentamientos: GPS y hackeo de los movimientos enemigos, sistemas de inteligencia y espionaje, armas automatizadas. Y recibe, además, mucho dinero de Washington.
Rusia está en desventaja y viene perdiendo.
Sin embargo, como en el cuento, la desventaja puede convertirse en ventaja. La contraofensiva ucraniana en Jarkov de la primera semana de septiembre tuvo un efecto paradójico: cuatro estados con autoridades y población prorrusas -Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jerson- solicitaron la anexión a la Federación Rusa.
Si los referendos de adhesión dan un claro apoyo a Moscú, esto le daría a Rusia la llave para usar su arsenal nuclear contra Ucrania. Porque ya no estaríamos ante una “guerra” en la que los rusos ocupan en territorio ajeno, sino frente a las fuerzas armadas rusas defendiendo su propio territorio.
A principios de mes, Putin sostuvo que las regiones del oriente de Ucrania fueron un “regalo” de la Unión Soviética cuando mantenían una buena relación, y que si esa era había terminado, estaban en su derecho de pedir la devolución. Y hasta mencionó a Rumania, Hungría y Polonia, países que -según él- se vieron afectados territorialmente por la creación de Ucrania.
Cuando anunció la convocatoria a los reservistas y la posible escalada de la guerra, bajó la cotización de los bonos de Europa y subió la de los de Estados Unidos. Esto nos muestra claramente quiénes ganan y quiénes pierden aquí. Los líderes de Francia y Alemania, a pesar de sus declaraciones, no tienen tanto peso; la voz la tienen Estados Unidos y Gran Bretaña.
Putin sabe que la guerra convencional empeoraría la situación, y que la única carta que le queda por jugar es la de las armas nucleares. En este marco, Estados Unidos anunció que Rusia tiene que cumplir con la Carta de la ONU, poniendo de manifiesto su doble estándar. Porque no fue lo que hizo en el conflicto de Kosovo: en aquella oportunidad, la OTAN utilizó la cuestión kosovar para atacar a Yugoslavia, país soberano, violando las reglas de la ONU y el derecho internacional.
¿Y cómo juega China? Durante los Juegos Olímpicos de Invierno, mientras muchos países aliados a Washington boicotearon la inauguración, Putin viajó a Beijing para apoyar a Xi. Se prometieron una amistad sin límites. Pero pocos días después Rusia atacó a Ucrania, dejando a China en una posición incómoda. En cambio, en la reunión reciente que tuvo lugar en Uzbekistán, ellos tenían un plan. El propósito general era consolidar la alianza contra Estados Unidos, pero si Rusia está perdiendo en Ucrania y la OTAN está cada día más fuerte, la alianza no envía señales claras porque China no puede hacer nada.
Por esa razón, tras los anuncios de Putin, China difundió cuatro declaraciones al respecto.
- La primera afirma que “siempre hemos defendido que se respete la integridad soberana y territorial de todos los países” lo que constituye un claro mensaje para todos: OTAN, Estados Unidos, Rusia y Ucrania.
- La segunda pide que se respeten los propósitos y principios de la Carta de la ONU, lo que es un mensaje para Estados Unidos, OTAN y Rusia.
- En la tercera, China advierte que las preocupaciones legítimas de seguridad de todos los países deben tomarse en serio, lo que va dirigido a Estados Unidos y la OTAN.
- Y la cuarta llama a apoyar todos los esfuerzos que conduzcan a la resolución pacífica de la crisis, y eso debe considerarse como un mensaje para todos los pueblos del mundo, ya que es la posición general de China. Dice que al mundo -y especialmente a China, que está en su mejor momento de desarrollo económico- le conviene la paz. Con estas cuatro declaraciones, Beijing mostró su posición: es hora de esperar y observar, no de actuar.
China y el mundo occidental tienen diferentes lenguajes y formas de expresarse. Por eso, a veces hay que entender y descifrar los mensajes ocultos o indirectos, los públicos a los que están dirigidos cada uno de ellos y, sobre todo, observar sus omisiones. En este caso, hay que resaltar que China permaneció sin proclamarse.
El próximo 16 de octubre tendrá lugar el 20º Congreso Nacional del Partido Comunista de China 2022. Esto y Taiwán son prioridades en la agenda de Xi. Esto significa que entre octubre y marzo de 2023, cuando Xi pueda iniciar su tercer mandato como presidente, su actitud será estar atento de los cambios y no realizar grandes movimientos. Después de marzo, con Xi ya «sentado en el sillón de Rivadavia”, él o el Partido ya podrán empezar a dar pasos más interesantes.