Publicada en Perfil el 29 de enero de 2022
Los dos primeros años de la gestión de Alberto Fernández se consumieron entre la gestión de la pandemia y el acuerdo con el FMI. Ahora, en la segunda mitad de su mandato, tiene que concentrarse en reducir la pobreza, reactivar la economía y relacionarse con el exterior, generando empleo de calidad. Y en todo eso, China juega un papel. Fomentar los negocios con China significa inversión, financiamiento y más empleo. Por eso es tan importante su próximo viaje a Beijing, donde asistirá a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno, el 4 de febrero.
Alberto tendrá la posibilidad de establecer una buena relación con los altos funcionarios chinos. El contexto es muy oportuno, porque Estados Unidos y sus socios de los Cinco Ojos (Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) decidieron hacer un boicot diplomático a los Juegos, y la presencia del presidente argentino en medio de este vacío será como un regalo político, muy valorado por Xi Jinping. Y además, podrá conocer a la élite dirigente del futuro. En 2022, en el XX Congreso del Partido Comunista, habrá una gran renovación del gobierno chino. Seguramente se confirmará un tercer mandato de Xi Jinping, hasta 2027, pero también habrá un recambio de todos los otros altos funcionarios, incluyendo el primer ministro. Elon Musk, que hizo una inversión de mil millones de dólares para montar una gran fábrica de autos en Shanghai, pronosticó que la economía china duplicará o triplicará a la de Estados Unidos.
Política. Pero para que Alberto pueda traducir esos contactos en beneficios para la Argentina, debe prepararse. Debe tener muy claro que su principal objetivo en Beijing es construir un vínculo cercano, y humano, con estos líderes futuros, que marcarán el tono, ritmo y dirección de China en los próximos años. A diferencia de los países occidentales, la economía china, sea estatal o privada, siempre es manejada por los políticos, y construir una buena relación con ellos es la regla de oro.
Para obtener más financiamiento para los proyectos de infraestructura que ya están en marcha con China en áreas como vivienda, energía eólica, represas o trenes, Argentina necesita el apoyo de esos dirigentes chinos. Los ejecutivos de las empresas, aunque ya estén trabajando en el país, no pueden tomar esas decisiones. Y para las nuevas inversiones que Argentina espera recibir, también. Hoy llegan inversores chinos de empresas privadas, pero faltan los “peces gordos”, los de mayor porte, que son las grandes empresas estatales. Y a esas tiene que invitar el presidente. Algunas, como Sinopec, no tuvieron una buena experiencia en Argentina.
Para lograr este salto importante, sería conveniente que el gobierno argentino formara un equipo de primer nivel, especializado en relaciones económicas con China, con directores para cada una de las áreas estratégicas: infraestructura, minería, productos exportables, energía limpia, turismo, educación. Argentina necesita algo como un “ministerio de China”, tal vez con otro nombre, pero que funcione con ese objetivo. Y que se anticipe a los cambios que está realizando China. Por ejemplo, hoy una de las grandes estrategias que impulsa Beijing es girar hacia la energía limpia y los autos eléctricos; los aliados de China en el mundo deben prepararse para ello.
Recursos. China ya es número uno en muchas de estas áreas antes mencionadas. Por eso, necesita muchos recursos naturales que tiene Argentina. Y Argentina, a su vez, lo que necesita es capital y tecnología industrial que tiene China, para generar empleo. Entonces, ambos deben juntarse a producir. ¿Dónde? Lo ideal sería construir un gran parque industrial inteligente para que se instalen de veinte a cincuenta grandes empresas chinas o sino-argentinas, para que allí se fabriquen productos terminados argentinos (agroindustriales, industriales básicos y tecnológicos, de servicios) con capital y tecnología de China. Argentina debe fabricar y exportar baterías, en lugar de litio: ese es el salto de productividad y rentabilidad que necesita la economía del país. Eso fue lo que China hizo con Japón en la era Deng: grandes parques industriales de empresas japonesas, que comenzaron a fabricar productos chinos.
Hoy Argentina tiene un embajador en Beijing, Sabino Vaca Narvaja, que entiende bien lo que representa China. Ahora, lo que Alberto necesita son muchos más Sabinos a su alrededor, que lo ayuden a llevar esta relación estratégica a su máximo nivel. El embajador Vaca Narvaja fue criticado recientemente por algunos medios cercanos a la política de Estados Unidos, a raíz de un video que grabó, en el que muestra su familiaridad con la cultura china. Pero lo que hizo fue muy bueno, y le valió los aplausos y el cariño del pueblo chino: él, como argentino, demostró el respeto que siente por la cultura china, y sus deseos de seguir aprendiendo. Ese tipo de gestos es muy valorado por los chinos, que siempre hacen un gran esfuerzo por entender y asimilar las culturas extranjeras.
Además, las costumbres chinas están muy presentes en el protocolo diplomático, y eso será muy importante en la próxima visita de Alberto. Él va a recibir muchos regalos en China, y tiene que estar preparado para corresponderlos. Lo ideal sería armar un paquete de productos simbólicos: botellas del vino Gran Reserva de Bodega Séptima, latas de centolla, libros, mates, banderas, camisetas de fútbol firmadas por los jugadores. Alberto deberá ser puntual, y estar preparado para las conversaciones, demostrando ser conocedor de la realidad de China. El viaje en avión a Beijing es largo, y puede aprovecharlo para recibir capacitación de asesores y académicos sobre historia china, actualidad política, instituciones, cultura, desarrollos tecnológicos. Más allá del cargo político que ostenten, en China los dirigentes son valorados por el conocimiento que exhiben en las reuniones. No estaría mal, tampoco, un conocimiento básico del horóscopo chino: Xi Jinping y Cristina Kirchner (1953) son serpientes, y Alberto (1959) es chancho. En China hay un dicho popular que dice: “Cuando la serpiente ve al chancho, llora”. La serpiente es un signo de fuego, y el chancho es de agua: el agua apaga el fuego, lo que significa que el chancho es la parte beneficiada de la relación.