Publicada en Perfil el 6 de marzo de 2022

El mundo hoy está conmovido por el ataque de Rusia a Ucrania, y el dolor que causa en la población que sufre las consecuencias. Pero para entender mejor qué sucede, hay que mirar a otros dos jugadores: Estados Unidos y China.

Para Estados Unidos, la política exterior no ha cambiado desde 1945: busca ser el número uno del mundo, el hermano mayor del conjunto de los países. Y para mantener esa posición, necesita impedir el ascenso de quien ocupa circunstancialmente el segundo puesto. Que siempre representa una amenaza, ya que al número uno no le resulta tan fácil el liderazgo del mundo si el número dos está fuerte y en ascenso. Y hoy, ese número dos que preocupa a Estados Unidos no es Rusia: es China. Y China es distinta que cualquier numero 2 en la historia.

Lo que sucede entre Ucrania y Rusia es un desafío para Estados Unidos, porque hoy enfrenta dos frentes de potencial conflicto. Durante una década su estrategia exterior estaba en Asia, para contener a China, y ahora se le abrió otro frente en Europa. Y no puede con los dos. El mundo entró en una nueva era: la Post Pandemia es, también, Post América.
Es cierto que Estados Unidos puede beneficiarse de la guerra en Europa. Para empezar, porque los capitales europeos vuelan hacia el “refugio americano”. Circula el rumor de que todos los millonarios ucranianos ya viajaron a Estados Unidos o transfirieron su dinero a bancos estadounidenses, salvo los que no pudieron conseguir la visa por tener problemas con la ley. Y si aumenta la demanda de dólares, puede imprimir más billetes sin temor a un nuevo aumento de la inflación. Esto ayudaría a mitigar los problemas económicos internos en Estados Unidos después de la pandemia y la caida de su economía. Y además, dividir a Europa siempre beneficia a Estados Unidos. Al afectar el suministro de energía rusa a Europa, aumenta la dependencia del viejo continente de Estados Unidos; evitar que Europa se convierta en una región fuerte y unida que pueda competir con Estados Unidos es uno de los objetivos estratégicos de largo plazo de la Casa Blanca. Por último, este año Biden enfrenta sus elecciones intermedias, y la política exterior siempre juega una papel en los votos.

Sin embargo, lo que se pone en juego es su credibilidad internacional de Estados Unidos. En las guerras de antes, como Corea o Vietnam, Washington no solo envió dinero, sino que apoyó económicamente a sus aliados dentro de dichos países. Pero esta vez, todavía no vimos gestos claros.

Biden enfrenta un dilema: no está preparado, ni económica ni militarmente, para enfrentar dos conflictos simultáneos en Asia y Europa, y por eso no manda soldados a Ucrania. No puede contra Rusia y China al mismo tiempo. Pero, por otra parte, si no hace nada, está traicionando a sus aliados, amigos y “hermanos menores”, como Ucrania. Y eso es una traición. Sucedió el año pasado en otro país, Afganistán. Allí los Estados Unidos invirtieron mucho dinero y lograron que muchos afganos trabajasen en función del proyecto estadounidense, y a último momento los abandonó una noche. Ahora, estamos en la puerta de lo que podría ser una segunda traición. Estados Unidos usó a Ucrania para desafiar a Rusia y encontrar su límite, y cuando finalmente lo tocó y los rusos reaccionaron, todo su apoyo quedó limitado a palabras. Si no hay soldados norteamericanos en Ucrania, Estados Unidos la dejó sola.

En los últimos años, la expansión de la OTAN cada vez más cerca de Rusia fue considerada por Putin como una verdadera amenaza para su país, y la incorporación de Ucrania era el desafío definitivo. La economía rusa no pasa por su mejor momento y su pueblo no quiere la guerra, pero así y todo Putin hizo lo que hizo, pensando si no iniciaba este ataque ahora, corría el riesgo de que llegara un punto en que no podría hacer más nada.
China está mirando a Rusia. Tiene una relación estratégica muy importante con este país. Para empezar, son dos países de gran tamaño y complementariedad: Rusia necesita a China económicamente, y China necesita los alimentos y la energía que produce Rusia. Se convirtieron en socios naturales. Además, está el principio de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Si un país desafía a Estados Unidos, China no sabe a priori si eso será bueno para ella, pero puede estar seguro de que no la perjudicará. Imaginemos escenarios: si pierden ambos, está bien para China; si uno gana al otro, también, y si Rusia gana, mejor. Pero China prefiere paz mundial para desarrollar su economía, seguir siendo la fábrica del mundo, y exportar para asegurar el empleo interno.

La estrategia óptima para Rusia es dividir Ucrania en tres o cuatro países, empezando por independizar efectivamente a las pequeñas repúblicas prorrusas de Donetsk y Lugansk. Y luego, como ya hizo Estados Unidos| con otros países, lo que busca Putin es poner en Kiev a un presidente que le responda políticamente -o, al menos, que no sea anti-ruso.
China por ahora no quiere meterse en este conflicto. En principio, porque Estados Unidos le debe más de un billón de dólares, y a su vez Beijing tiene invertido muchísimo capital en activos norteamericanos. Rusia no tiene esa preocupación: tiene una deuda con Estados Unidos, pero pequeña, y sus reservas internacionales se han diversificado en diferentes monedas. Por esa razón, Putin no tiene tanto miedo a las sanciones económicas.

Todo eso explica por qué Estados Unidos cambió su tono respecto de la cuestión Taiwán, destacando su oposición al movimiento independentista de la isla. Todo esto suena muy familiar para los chinos, ya que durante los años 40 el gobierno de Estados Unidos quiso dividir a China en dos: una al norte del Río Largo (Yangtsé), y otra al sur. Porque con una China dividida en dos, luego es fácil dividirla en cuatro u ocho, y controlarla. Hay que reconocer el rol del presidente Mao, que se puso firme en su decisión de impedir cualquier tipo de división. De no haber sido por su firmeza de aquel momento, la historia de China hubiera sido muy distinta.
El poderoso diseña las reglas del juego. El ganador reescribe la historia. Y el sacrificio siempre lo hizo el débil, el que no tiene voz, el invisible, el que no puede elegir: el pueblo.

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