Publicado en Perfil el 26 de agosto de 2022

En China se sigue el proceso judicial a Cristina Kirchner, pero en modo zen. Al igual que los argentinos, los chinos también quieren saber si 2023 será el año del cambio político. Hace más de 2.500 años, de las 36 estrategias de Sunzi (o Sun Tzu), hay algunas que se aplican bien al momento actual. Una dice: “matar con un cuchillo prestado”. Eso quiere decir que, al tratar con el enemigo, lo mejor es usar el poder de un tercero para atacarlo, y así preservar la propia fuerza. Y otra es: “seducir al tigre (o tigresa) a salir de la montaña”. Para combatirlo mejor, hay que hacer salir al enemigo a un terreno que le resulte favorable.

No importa tanto si los jueces logran sacar o no a Cristina de la política argentina. En cualquier caso, la situación muestra la debilidad del Partido Justicialista. Porque si Cristina y su equipo no pueden enfocarse en el diseño de las estrategias nacionales porque están atados a otro combate, ya tienen un problema.

¿Esa debilidad del peronismo afecta la alianza con China? A lo largo de su historia, la Argentina tuvo altas y bajas, idas y vueltas, giros a la izquierda y la derecha, peronismo y antiperonismo. Pero en la relación con China, hubo dos momentos: antes y después de la época kirchnerista. Los doce años de Néstor y Cristina Kirchner fueron una bisagra en la relación entre los dos países.

Durante el kirchnerismo hubo cambios cualitativos en la relación con China. Luego con Macri, no diríamos que fue una “marcha hacia atrás”, pero sí que la alianza se enfrió un poco. Y con Alberto, no podemos decir que la Argentina haya dado un gran salto, pero se destaca que la visita del presidente a Beijing –con un timing correcto– y la incorporación a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, consiguieron para Argentina el respaldo de China para ingresar a los Brics.

Durante su presidencia, Cristina trajo a las élites chinas a Argentina. Antes de Cristina, solo había supermercados, restaurantes y tintorerías; a partir de ella llegaron los profesionales, los ingenieros, y los intelectuales chinos. Algunos se quedaron a vivir, otros se fueron, pero todo ese movimiento tuvo un color, dejó una huella, y hoy es una parte importante de la historia de la amistad entre las dos naciones.

Néstor y Cristina Kirchner marcaron el tono de la alianza cuando decidieron que Argentina no dependiera 100% de Estados Unidos. Citando una frase de Cristina en el Congreso, en la Apertura de Sesiones Ordinarias de 2015: “Si toda la vida nos dijeron que teníamos que tener relaciones carnales con aquellos que nunca nos daban nada y nos sacaban todo, ¿cómo no vamos a tener relaciones diplomáticas normales, comunes, económicas y estratégicas con aquellos que vienen a ofrecernos inversiones?”. Entendieron que la lógica no debe ser dicotómica; en el siglo XXI ya no se trata de elegir entre Estados Unidos o China, sino de incorporar a ésta última a la estrategia argentina. Es el yin y el yang, la dualidad que aplica a todo lo existente en el universo.

A China no le interesa inmiscuirse en los asuntos internos de otros países. Ese es el principio más importante de su política exterior desde la época de Deng Xiaoping, quien dijo que esto era una condición indispensable para garantizar el desarrollo económico chino. Beijing busca mantener las mejores relaciones diplomáticas con los gobiernos de turno, sin importar su ideología. En el caso particular de Argentina, el objetivo de China es profundizar los acuerdos económicos vigentes, en especial los proyectos de infraestructura y los intercambios comerciales. Pero esa profundización de la alianza dependía de la voluntad de los dirigentes argentinos, como mostró la historia.

La coyuntura reciente nos recuerda que una característica argentina es que sus cabezas cambian. Por eso, el país necesita ejecutores. Un equipo permanente, que resista los cambios de jefes. Está muy bien que hayan puesto a un embajador con el perfil como Sabino Vaca Narvaja, quien respeta la cultura china, tiene conocimiento sobre el país, y lo considera importante, como corresponde. Pero también necesita más gente en Buenos Aires que entienda a China. Alberto Fernández nombró a Gustavo Beliz por sus años en Washington, y sin embargo, le faltó algún “otro Beliz” con experiencia en China. Un “Kissinger”, el famoso funcionario que viajó 82 veces en 40 años, para gerenciar la oportunidad china.

Los ejecutores y un equipo permanente son necesarios para construir puentes. La planificación de largo plazo necesita funcionarios preparados para trabajar por resultados que se verán en décadas. Los proyectos de infraestructura y los cambios tecnológicos requieren un trabajo profesional e independiente de la ideología política. Si las empresas chinas no se animan a firmar acuerdos en el último año del mandato porque no saben si serán respetados por el gobierno siguiente, hay un problema a resolver.

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